... Y en esa misma línea existe otra gran guerra; la pelea entre lo que somos y lo que queremos ser... la pelea entre lo que habitamos y lo que quisiéramos habitar.... la guerra entre lo soñado, lo esperado... y lo logrado. La lucha entre lo que queremos decir y lo que los demás escuchan.. o entienden...
Nos nutrimos de peleas interiores que muchas veces nos agotan, pero que son inevitablemente humanas, como la necesidad de ver y conocer lo que hay mas allá... lo que esa chica con el ramo de violetas escribe entre líneas... Lo que nos lleva a no aceptar lo que estamos viviendo o a no reconocer las certezas vitales, esas tan escasas pero tan rotundas...
Me refiero a la Guerra que no es, pero que termina siéndolo... a la lucha entre lo aparente y lo real. A la importancia de querer a las personas como son, y no como tu quieres que sean... A la necesidad de respetar al otro, aunque te resulten indiferentes sus opiniones, sus creencias, o sus pensamientos... Aunque al otro le guste lo que a ti no te gusta, respétalo. Y Viceversa. Es la guerra silenciada. Esa que hace que el ser humano del siglo XXI viva a la defensiva. Que solte bocina por doquier, que te odie aunque no te conozca... olvidando aquello de que sólo podemos odiar a quien amamos alguna vez.
Es una guerra de la que la mayoría de los días me olvido. De la que he aprendido a vivir, tranquilamente, al margen. Pero es una guerra que existe y que un cuadro (bueno, dos...) me ha traído a la memoria.
El ramito de violetas... la manzana, un día se desvanecerán y veremos ese rostro anónimo que hoy tan urgentemente ansiamos. Y con rostro me refiero a tu verdadera personalidad, no a esa máscara que en la forma que sea (flores, manzanas, o palomas...) oculta aquello que defiendes hasta el punto de esconder.
No olvides que es lo mejor que tienes.
Nos nutrimos de peleas interiores que muchas veces nos agotan, pero que son inevitablemente humanas, como la necesidad de ver y conocer lo que hay mas allá... lo que esa chica con el ramo de violetas escribe entre líneas... Lo que nos lleva a no aceptar lo que estamos viviendo o a no reconocer las certezas vitales, esas tan escasas pero tan rotundas...
Me refiero a la Guerra que no es, pero que termina siéndolo... a la lucha entre lo aparente y lo real. A la importancia de querer a las personas como son, y no como tu quieres que sean... A la necesidad de respetar al otro, aunque te resulten indiferentes sus opiniones, sus creencias, o sus pensamientos... Aunque al otro le guste lo que a ti no te gusta, respétalo. Y Viceversa. Es la guerra silenciada. Esa que hace que el ser humano del siglo XXI viva a la defensiva. Que solte bocina por doquier, que te odie aunque no te conozca... olvidando aquello de que sólo podemos odiar a quien amamos alguna vez.
Es una guerra de la que la mayoría de los días me olvido. De la que he aprendido a vivir, tranquilamente, al margen. Pero es una guerra que existe y que un cuadro (bueno, dos...) me ha traído a la memoria.
El ramito de violetas... la manzana, un día se desvanecerán y veremos ese rostro anónimo que hoy tan urgentemente ansiamos. Y con rostro me refiero a tu verdadera personalidad, no a esa máscara que en la forma que sea (flores, manzanas, o palomas...) oculta aquello que defiendes hasta el punto de esconder.
No olvides que es lo mejor que tienes.
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