miércoles, julio 05, 2006

TREGUA


Ya.... Ya está. Yo solo pretendía hablar de cómo a veces lo que deseamos con todas las fuerzas del mundo nos aleja del vivir, porque esperamos, más que existimos... Y no podemos gastar el tiempo "esperando"... así, sin más...

Ya... Ya está. Pido tregua. Mis (falsas) esperanzas han sido el trampolín para hablar de la realidad, la irrealidad, la falsa percepción de lo real, o el encuentro de lo real en lo ficticio.

Ya... Ya está. Sigamos adelante.

Me sirvo de nuevo de Leonora Carrington (surrealista, para gozo de alguno/as...) En su cuadro El Rey Pescador aparece un enorme pez rojo. Neptuno tiene la barba azul, aunque quien sabe, quizás mañana al levantarnos, después de diez eternidades se la haya afeitado.... El niño (que todos somos, o que todos hemos sido),o quizás sea la niña (que todas somos, o que todas hemos sido) mira al pez y le dice, "pero querido pez rojo... ¿de dónde has salido? Aquí eres bien recibido...en este barco... pero cuida de quedarte sin aire....Yo me marcho a la orilla, porque de allí soy... tu aquí has de estar.... navegando navegando.... y de vez en cuando vendré a verte... a ver si sigues tan rojo como siempre... recuerda cuidarte, y cada vez que nos veamos, me contarás lo que has aprendido aquí, en este infinito mar....·

Barba Azul protege al niño... o a la niña... y con o sin barba, continuan su viaje... en una sola barca. ...

¿sueño o realidad?
Elijan Señores... la jugada es gratis

6 comentarios:

Anónimo dijo...

elijo andar con la caña o ver debajo del agua,aunque acabe cebiche

Anónimo dijo...

En Colombia, y en el mundo entero, no hay nadie que no haya oído hablar del río Cauca, y de los espantos que aparecen en sus orillas y siembran el terror entre los pescadores. Bien. Hace mucho años –y esto lo cuentan los viejitos de barbas blancas y largas apareció a todo lo largo del río, un hombre con un sombrero inmenso tragado hasta las cejas, a quien empezaron a llamar el sombrerón. Este hombre salía de noche envuelto en una capa negra, negrísima y corría por las orillas del río, como alma que se lleva el diablo. Al Sombrerón le salían gritos azules de la boca y de los ojos le salían chispas amarillas. Al lado y lado del río, nadie pudo volver a dormir con tranquilidad. Los pescadores no volvieron a pescar de noche, y entre los vecinos de los ranchos se hablaba del Sombrerón, como de un castigo del cielo.

Es que somos muy malos – decía la vieja Gumersinda.- Por aquí hay muchos bailes y muchas peleas, y mi diosito se ha puesto bravo con nosotros y nos ha mandado al sombrerón para que nos asuste.

Habladurías suyas, Gumersinda – contestaba su hija Zoila. El Sombrerón es un amigo del diablo, del mismísimo diablo. Mi Dios no se ha metido en estas cosas.

Bueno lo cierto fue que el Sombrerón siguió saliendo todas las noches y haciendo robos e incendios en las pobres casitas de los pescadores. A tío Francisco le robó una camisa nueva, y una noche se llevó al más pequeño de los hijos de tío Juan. La situación todos los días empeoraba. Hombres y mujeres sentían mucho miedo y nadie se atrevía a salir de casa. Entonces, como nadie pescaba ni sembraba la tierra, el hambre empezó a sentirse en los hogares. Muchos vecinos se fueron a vivir a los pueblos cercanos, y otros se pasaban las horas, con los machetes en las manos, para no ser sorprendidos por el Sombrerón.

Tenemos que hacer algo –dijo un día el tío Francisco.- Tenemos que agarrar al Sombrerón de todas maneras, y ahogarlo en el río.

Yo creo que es mejor, agregó el tío Juan, -pedirle al río que nos ayude, que nos salve de este fantasma que tantos males nos está causando.

Después de mucho pensar y mucho hablar, convinieron todos los pescadores pedirle al río Cauca la ayuda que propuso el Tío Juan. Y así lo hicieron. Una noche se reunieron de personas a la orilla del río con velas encendidas en las manos y nombraron al mismo tío Juan para que le hablara al río. El tío Juan se arrodilló junto a la corriente del Cauca y dijo:

Río querido, venimos todos a pedirle un favor. Se trata del Sombrerón. Este hombre es el mismo diablo, y va a acabar con todos nosotros, si usted río hermoso, no nos ayuda a matarlo. Ya no podemos vivir tranquilos. El maldito Sombrerón nos quema las casitas donde habitamos y nos roba los hijos. Ayer no más se llevó otro niño, a Peruchito, el hijo de la comadre Andrea, y dicen que lo está engordando para comérselo. Tenga piedad de nosotros, río Cauca, río querido.

Cuando el tío Juan se levantó del sitio donde estaba arrodillado, todos los pescadores empezaron a cantar una canción triste y regresaron a sus ranchos a esperar. Aquella misma noche el río empezó a crecer y a sonar extrañamente. Los pescadores, llenos de temor, se asomaron a las ventanas de sus casitas y oyeron, una voz que salía del agua y que decía: “esta noche va a morir el Sombrerón. Esta noche se van a acabar los sufrimientos!” También oyeron y vieron los pescadores un pez muy grande, y lleno de escamas rojas que decía: “Yo voy a matar al Sombrerón, yo voy a matar al Sombrerón”.

Los pescadores volvieron a cerrar las ventanas de sus casitas y se miraron asombrados. NO sabían qué camino coger, pero de todos modos estaban contentos, por las palabras que habían oído al río y al pez de las escamas rojas.

De pronto empezó a llover y por las rendijas de las puertas entraba la luz de los relámpagos. Los pescadores no salían de su asombro. Esperaban y se echaban bendiciones en la cara. Al fin ocurrió lo extraordinario. Escuchen, niños, lo que ocurrió. De repente cayó un rayo cerca de la casa del tío Juan y se oyó un grito horrible. Los pescadores volvieron a abrir las ventanas de sus casitas y vieron al Sombrerón en el suelo, junto a la corriente del río. Entonces comprendieron que era el mismo Sombrerón el que había gritado y parecía muerto. El tío Juan se animó a salir, con una escopeta en la mano, pero tuvo que devolverse, porque otra vez salió del agua el pez de las escamas rojas y le gritó: “no se acerque tío Juan, no se acerque, tío Juan. Es mejor que el río Cauca se lleve a ese hombre y lo entierre en el mar, para que nunca vuelva a molestar a nadie”. Y el río se llevó al Sombrerón en medio del estupor de todos. Después pasó la tempestad y el Cauca recobró su calma. Los pescadores se acostaron, pero no pudieron dormir, como es natural, después de tantas cosas raras como habían visto.

Al día siguiente, muy de mañana, el tío Juan fue el primero en acercarse a la orilla del río. Después llegaron todos los pescadores de la región y se pararon, como el tío Juan, junto a la corriente del Cauca. Entonces el río, con una voz muy linda y muy dulce volvió a hablar y dijo:

“El Sombrerón ya está muerto. Yo y el pez de las escamas rojas, lo enterramos en el mar. No era un fantasma, como ustedes creían. Era un bandido que se disfrazaba de fantasma, para poder hacer de las suyas. Pero les repito que ya está muerto. Pueden estar tranquilos y volver a pescar y a reír”.

Los pescadores se arrodillaron en la arena y dieron gracias al río Cauca. Después, felices, volvieron a sus ranchitos, y encontraron, buenos y sanos, a los niños que el Sombrerón se había robado. Desde aquel día todo el mundo es feliz en aquella región y por la noche se oyen canciones y se ven blanquear las redes sobre las aguas del río Cauca. En cuanto al cadáver del Sombrerón, se sabe que no se fue al fondo del mar, sino que todavía flota sobre las olas. Y lo más curioso de todo, es que el muerto sigue con el sombrero puesto. Ni los tiburones, ni el viento, ni las corrientes marinas se lo han podido quitar. En las noches de verano cuando hay luna grande en el cielo, desde las proas de los buques, se ve al Sombrerón meciéndose sobre las aguas saladas. Pero nadie se asusta, porque todos saben que está muerto, y que no se ha hundido porque lo sostienen los peces por debajo del agua, para que eternamente lo vean los hombres del mar y lo desprecien por las maldades que hizo en vida a los pescadores el río Cauca.

Y a propósito de los pescadores del río Cauca, se sabe que ya no creen en fantasmas y que se ríen como niños grandes, cuando alguien recuerda al Sombrerón. Todos viven dedicados a su trabajo. Los que se fueron a vivir a los pueblos cercanos regresaron a sus ranchos, y con fe en el futuro tejen sus redes y las hunden en el agua del río.

Del río poca cosa se puede decir. Que sigue siendo hermoso, como todos los río de Colombia, y que en invierno, cuando crecen sus aguas, se llena de espumas temblorosas. Todos los años, por el tiempo en que el río se llevó al Sombrerón, los pescadores hacen una fiesta muy linda. Bailan todos con tambores y flautas, y el tío Juan, con su voz ronca y paternal, le dice al río: “Gracias una vez más, río Cauca, porque nos salvaste del Sombrerón y nos enseñaste a no creer en fantasmas y aparecidos. Gracias, río querido, porque nos das peces para el hambre y música para el oído. Te queremos mucho, río, y esta fiesta que hacemos todos los años, es nuestro amor, que se sale del pecho y se pone a bailar en tus orillas”. Así dicen que habla tío Juan, y después, con todos los pescadores, se pone a cantar y a golpear los tambores de cuero, hasta que llega la mañana con sus luces de oro y las pone en los ojos de las mujeres y en las aguas del río Cauca

Tot dijo...

Debe ser este el único blog del mundo que hace de los comentarios otro blog.

Acaso no me hagáis mucho caso que llevo una temporada un poco "ácida" pero visto lo visto ultimamente....

Anónimo dijo...

¿sueño o realidad?
¿blog o comentarios?
no puedo elegir,así que,si te parece bien,acabo con mi comentario
de ayer,aunque no sea mío.si prefieres posts más cortos,no tienes más que decirlo.un día me pregunté que era la hora violeta y encontré aquí un auténtico río de
superrealidad.muchas gracias.

(...)

SURREALISMO

El Surrealismo es un movimiento artístico literario surgido en Francia en el primer cuarto del siglo XX, en torno a la personalidad del poeta André Bretón. Surge como un intento de acción positiva frente a la destrucción llevada a cabo por los dadaístas[2]. Es conocido, y por eso nos interesa en esta reflexión, como el movimiento de lo irracional y lo inconsciente.

El órgano portavoz del movimiento fue la revista Litterature, donde se expresaban un grupo de poetas que adoptaron la palabra surrealista para definir un método de escritura simultánea con el que experimentaban.

Surgió como un movimiento literario en el que pintura y escultura eran concebidas como consecuencias plásticas de la poesía.

Otras de sus expresiones fueron el denominado ‘Cadaver exquisito’ y el ‘automatismo psíquico puro’ del que Miró fue la máxima expresión (el más surrealista de todos, según Bretón).

En España aparece en torno a los años veinte del pasado siglo, no en su vertiente puramente vanguardista sino mezclado con acentos simbolistas y populares. Además de Miró destaca Dalí y una serie de neocubistas como Sánchez o Ferrant.

Entre sus características nos interesa resaltar la figuración con temática subjetiva de carácter onírico (surrealismo abstracto); la interpretación de la realidad desde el sueño, el inconsciente, la magia y la irracionalidad; la conjunción de imágenes dispares, tanto en el tiempo como en el espacio; la importancia de lo paradójico, lo absurdo, la caducidad, la destrucción y lo misterioso; la representación de toda clase de simbologías, especialmente eróticas y sexuales; o la invención de nuevos métodos y técnicas (pintura automática, frottage, grattage).



Cher Magritte



René Magritte se formó en la Academia de Bruselas. Se orientó hacia el Surrealismo bajo la influencia de G. de Chirico, a cuyo movimiento se unió en París desde1927 hasta 1931. En sus cuadros reproduce objetos y personas convencionales agrupados de manera paradójica. Pasó por un periodo neoimpresionista así como por experiencias futuristas y abstractas, antes de volver a su verdadera vocación: un arte en el que la apariencia rigurosamente objetiva provocará inquietud o sorpresa. Su obra se inspira en lo absurdo, en la parodia, en lo insólito y, basada en una técnica fría, su pintura reflexiona sobre temas metafísicos.

Y ello en un proceso totalmente consciente y paulatinamente depurado: “el arte de pintar, tal y como lo concibo, representa objetos de manera que les sea posible resistir las interpretaciones habituales”. Magritte luchaba así contra lo que él solía llamar los hábitos tradicionales del pensamiento. El objetivo de su estrategia es impedir o frenar ese mecanismo de interpretación simbólica, entendida como el hecho de buscar un significado oculto, más allá de lo que se nos muestra. Verse enfrentado a la inquietante extrañeza que emana de los objetos más familiares en cuanto los tomamos en cuenta por sí mismos y no por aquello a lo que puedan remitirnos.

Magritte se decanta por un arte figurativo de escenas insólitas muchas veces plagadas de ambigüedades. Esa es la gran ambición filosófica de Magritte: producir imágenes que den de pensar. ¿Cómo? Arrancando a los objetos cotidianos su significación habitual, planteando la pregunta del sentido y, una vez abierta esa pregunta, no condenarla a una explicación demasiado fácil cuyo único objetivo sea tranquilizarnos.

Pintó una serie de ‘El imperio de las luces’ en las cuales exploró el aspecto simultáneo del día y de la noche. Escuchemos al propio Magritte hablar de su obra: “Un lugar nocturno bajo un cielo luminoso. El paisaje lo asociamos con la noche y el cielo con el día. Yo creo que esta simultaneidad del día y de la noche tiene el poder de asombrarnos y cautivarnos. A este poder le llamo poesía”. Dejémonos llevar por esa poesía.

Magritte fue capaz de plasmar en su obra toda una teoría de la comunicación cuyo eje fue la idea de que la pintura no es el reflejo de la realidad, sino la sustitución de una realidad por otra. Su Surrealismo no fue otra cosa que un constante juego subversivo con todo aquello que parece querer representar lo real y que Magritte plantea como un problema de representación.

Lo que hay de “sencillez” e incluso “tosquedad” técnica en sus cuadros no es otra cosa que la búsqueda de un lenguaje formal simple y directo para transmitir esas ideas; jugando con la capacidad de sorpresa del espectador.

Magritte trastoca toda jerarquía para someter los objetos a una continua y alarmante metamorfosis. El hombre se transforma en piedra o en microbio; un rostro femenino enmarca todo el cuerpote una mujer; los árboles abren sus ventanas para mostrar en sus huecos una esfera, una casa o un jinete sobre un caballo al galope;… Es la visión de un sueño a ojos abiertos que se plasma en títulos como ‘La voz de los vientos’, ‘La violación’, ‘Terapeuta’, ‘La explicación’, ‘La leyenda de los siglos’, ‘La máscara vacía’, entre otros.



Ceci n’est pas une pipe.



‘Esto no es una pipa’. Magritte instaura el desconcierto y la incertidumbre. La doble función consiste en demoler una domesticada y segura visión del mundo para sustituirla por otra totalmente diferente, inestable en todos los sentidos, de mayor movimiento y apertura, generadora de contradicciones y desalientos.

‘Esto no es una pipa’ es, más que un título, un pensamiento innovador. Un Manifiesto hecho con cinco escasas palabras (en nuestra lengua, seis en francés).

Pintado a mediados de los años 20, el cuadro recuerda que una de las funciones del arte se basa en la resistencia.

Ya no basta ver para creer ni servirse de la observación directa de los hechos. La afirmación de Magritte es una especie de contrainformación, o de doble afirmación, que sólo tiene sentido en la medida en que exige a nuestros ojos que recuperen la mirada perdida.

(...)

Anónimo dijo...

un poco más de originalidad.no sé que sentido tiene copiar y copiar.por lo demás,luminoso lugar

Tot dijo...

Ya digo yo que esto se va a convertir en una wikipedia....