lunes, julio 03, 2006

CELEBRACIÓN


Hubo un tiempo en el que se podía decir que la montaña era mi hábitat natural. No nací allí, tampoco crecí allí, pero si que pasé mucho tiempo allí, en parte por herencia paterna... en parte porque los campamentos de verano me daban lo que aquí, en la ciudad me costaba más tener.... Aire, el sonido de un río eterno que fácilmente hubiera inspirado a Heráclito, estrellas, muchísimas estrellas.... piedras y lirios, muchísimos lirios, entre otras cosas...

El viernes allá llegamos. Estábamos de celebración. Este verano hace 20 años que empezamos a ir a aquellos Campamentos. 20. 20 años. Una locura. Y allí, aunque no hemos estado todos los que somos, hemos sido todos los que hemos estado. El viernes llegamos a las tres de la mañana. El cielo desplegaba su vestido de las noches de gala. Estaba, sencillamente, impresionante. Y allí nos esperaban el resto... entre linternas, botellas de vino para celebrar, tortilla de patata y pan de hogaza. Sacos y esterillas. El Refugio era para nosotros. Y al otro lado del río, seguía aparcado el Lucas, la vaca sigue dando ese agua tan rica... las letrinas siguen exactamente en el mismo sitio, y las tiendas, aunque son otras, siguen siendo azules. La Piedra de Lamberto se ha convertido en la Piedra de San Lamberto (se han hablado tantas cosas sobre esa piedra, han pasado tantas cosas sobre esa piedra que nadie imaginó que pasarían... que toca ya beatificarla...), los leprosos han dejado de serlo, y ahora son héroes, porque nadie en la historia de ese campamento subió y bajó la pista en el mismo día con las mochilas de la tanda... Raquel y yo seguimos siendo capaces de subir lo que se nos eche encima (aunque ahora quizás ya no corramos tanto) y seguimos yendo todos a bañarnos al tobogán. No sabemos si sigue habiendo panjefe, ni si los chavales se desgañitan con la canción del cochinillo mientras esperan que saquen los perolos. Pero lo cierto es que todo eso queda en algún rincón del tiempo. Porque todo lo que os cuento pasó. Las desgracias que nos han perseguido siempre bajando el Montó, aprender a bailar el tango con aquel que me llegaba por debajo de los hombros... los ojazos de aquel chico de Sabiñánigo, el esguince de rodilla bajando a Rimajou, el juicio en la saca, el juego del zorro y las piñas... siempre las piñas.

Antes celebrábamos que vernos significaba haber pasado de curso (de sexto a séptimo de EGB, por ejemplo...), las desgracias y las preocupaciones eran problemas de mayores y no llevábamos dinero, porque allí no hacía falta. Ahora celebramos bodas, hacemos cenas para estrenar nuestras casas (y nuestras hipotecas...), nos dejamos dinero cuando hace falta y nos apoyamos cuando uno de nosotros pierde a un ser querido. Quedamos para ver las fotos de los viajes que ya no hacemos juntos, y de vez en cuando, subimos todos otra vez.

Como este fin de semana, con marcha incluida. Rododendros en las cuestas dolorosas (hacia arriba te duele el alma, hacia abajo las rodillas...), baños en lagos de agua helada, y fresas silvestres. Praderas llenas de lirios, y lirios coloreando praderas de color violeta.

No ha existido el tiempo.... No han existido las preocupaciones. Esas empiezan mañana, lunes, al abrir los ojos... o quizás, haya traído magia de Gistain y esta semana esté vacunada.

Quizás.... Quizás haya traído la magia de áquel lugar....

2 comentarios:

amstel dijo...

Mágia, ...
cuanta falta (me) hace.

Anónimo dijo...

Es probable que hayas traído la magia de allí arriba,muy probable.Eso parece.
Mientras alguien deje dinero,hay esperanza.Sobre todo,si se devuelve.
Vivan los recuerdos!Los cuadernos de viaje!