Soy Leo, y los leos son felinos, como los gatos, pero en cambio, nunca he sido de gatos. Soy de perros, como bien sabéis. Mis amigos temen esas llamadas en las que comienzo diciendo.... Me he encontrado un perrico, ¿Sabéis de alguien que pueda estar interesado? - Ellos me dicen, Pero J, otra vez? ¿Cuantos van ya? ¿No dijiste que era el último? ¿No tuviste suficiente con Cuzco?... pero es que no lo puedo evitar... Así que sí, que soy de perros... pero últimamente estoy aprendiendo a mirar a los gatos de otra manera... sin temores... Los temores es mejor dejarlos lejos.
...Lejos queda cuando Michi, la gata de Onomattopéyico, se metía en mi bolso y se meaba en él. Que horrorosa (e incómoda) era la limpieza... Esas miradas que no soy capaz de comprender, esas uñas que crecen de la nada... pero si Tulús y Auster me enseñaron a empatizar con los perros, el Gato Moai y Murakami me han enseñado a mirar a los gatos de otra manera... En Crónica de un Pájaro que da Cuerda al Mundo, la historia se vertebra a partir de la pérdida de un gato... Se vertebra, y se crea... En Kafka en la Orilla, Nakata, desde su extraña minusvalía, no puede leer, pero puede hablar con los gatos... su misión es encontrar a los gatos perdidos y bueno, terminar con Johnie Walken, el asesino de gatos. Gatos perdidos... y me sorprende, porque una de las cosas que me ha llamado siempre de los gatos callejeros es que siempre parecen saber donde van. Andan con esa convicción, con esa mirada tan atenta, con esa fluidez divina... que transmiten un abrumador conocimiento del lugar hacia el que se dirigen.. Fascinante, no?
El Gato Moai vive en Isla de Pascua. Era uno de los gatos que vivían en la casa donde me alojé durante mi estancia allá. Precioso. Gris y blanco. No tenía nombre, nadie se había detenido en ponerle un nombre... y ahí si me pasó como a Nakata.. que si no les pongo nombre, no se como referirme a ellos... Pensé llamarle Ahu (pronunciado Aju); Make Make, o Tahai (vivíamos en Ahu Tahai)... pero el solo me decía Miau... Miau me sonaba demasiado vulgar para él... así que un día al llamarle Moai, y acudir a mi llamada, él mismo se bautizó. Dormíamos juntos, en los pocos ratos que pasaba por la habitación me lo encontraba guardando mi puerta... Me esperaba en el cuarto mientras me duchaba, y venía corriendo en cuanto me veía... Echo de menos al Gato Moai, y espero de todo corazón que los demás viajeros que pasen por aquel lugar le den algo de lo que se merece, que es mucho...
Pienso en él y recuerdo, sin duda, ese convencimiento que veo en los gatos de aquí... la posesión de la extraña certeza de saber siempre cual es el camino correcto, hacía donde hay que ir... Y por primera vez, me olvido de los perros, y envidio esa maravillosa virtud de los gatos. ... porque en muchas ocasiones, no se cual es el camino correcto...
...Lejos queda cuando Michi, la gata de Onomattopéyico, se metía en mi bolso y se meaba en él. Que horrorosa (e incómoda) era la limpieza... Esas miradas que no soy capaz de comprender, esas uñas que crecen de la nada... pero si Tulús y Auster me enseñaron a empatizar con los perros, el Gato Moai y Murakami me han enseñado a mirar a los gatos de otra manera... En Crónica de un Pájaro que da Cuerda al Mundo, la historia se vertebra a partir de la pérdida de un gato... Se vertebra, y se crea... En Kafka en la Orilla, Nakata, desde su extraña minusvalía, no puede leer, pero puede hablar con los gatos... su misión es encontrar a los gatos perdidos y bueno, terminar con Johnie Walken, el asesino de gatos. Gatos perdidos... y me sorprende, porque una de las cosas que me ha llamado siempre de los gatos callejeros es que siempre parecen saber donde van. Andan con esa convicción, con esa mirada tan atenta, con esa fluidez divina... que transmiten un abrumador conocimiento del lugar hacia el que se dirigen.. Fascinante, no?
El Gato Moai vive en Isla de Pascua. Era uno de los gatos que vivían en la casa donde me alojé durante mi estancia allá. Precioso. Gris y blanco. No tenía nombre, nadie se había detenido en ponerle un nombre... y ahí si me pasó como a Nakata.. que si no les pongo nombre, no se como referirme a ellos... Pensé llamarle Ahu (pronunciado Aju); Make Make, o Tahai (vivíamos en Ahu Tahai)... pero el solo me decía Miau... Miau me sonaba demasiado vulgar para él... así que un día al llamarle Moai, y acudir a mi llamada, él mismo se bautizó. Dormíamos juntos, en los pocos ratos que pasaba por la habitación me lo encontraba guardando mi puerta... Me esperaba en el cuarto mientras me duchaba, y venía corriendo en cuanto me veía... Echo de menos al Gato Moai, y espero de todo corazón que los demás viajeros que pasen por aquel lugar le den algo de lo que se merece, que es mucho...
Pienso en él y recuerdo, sin duda, ese convencimiento que veo en los gatos de aquí... la posesión de la extraña certeza de saber siempre cual es el camino correcto, hacía donde hay que ir... Y por primera vez, me olvido de los perros, y envidio esa maravillosa virtud de los gatos. ... porque en muchas ocasiones, no se cual es el camino correcto...
3 comentarios:
mira quien habla
Precioso!
Es verdad que los gatos no se pierden.En todo caso,nosotros,cuando ellos hacen como que les encontramos.A mí de pequeña me daban miedo,hasta que me crucé con Penacho hace ya muchos años.Hoy puedo decir que es la luz de mi casa,la mejor de las mantas.Y aunque se vuelve loco con los pájaros y demás seres y objetos voladores,cada metro cuadrado es suyo.Y mío,previa revisión de su infalible hocico,y de quien yo quiera,si él quiere.
A mi, más que los gatos (que ya me gustan) me has fascinado tú, con tu blog y tu buen gusto.
Gracias por dedicarte tiempo y a la comunidad
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