Se llamaba Adelir.
Una persona completamente normal (¿completamente?)... con una sutil diferencia con el resto: lo que nosotros hemos imaginado alguna vez, él lo ejecutó... y así un día, para reivindicar el sentido de una manifestación, decidió atarse a mil globos y volar...
Conozco a mucha gente que ha fantaseado con la cosa esa de atarse a un montón de esos globos que de niños (y quizás ahora...) tanto nos llamaban la atención y salir volando. Yo incluida. Eso sí, no conozco a nadie que lo haya hecho... hasta que leí la noticia de Adelir.
La primera parte de su historia es divertida. Un valiente atado a mil globos de colores que se atreve a colorear el cielo azul.
La segunda parte es inquietante, ya que el atrevido piloto desaparece.
La última parte es triste, y es que su cadaver aparece meses después en alta mar...
¿Qué ha conseguido, con su aventura, Adelir?
A mi, la verdad, me da que pensar... pero me da que pensar porque me recuerda a toda esa gente que conozco que vive en el plano de lo ideal, escapándose de lo real... Me refiero a esas personas que piensan todo el día lo que van a hacer, planeando, pensando, trazando, esbozando... pero que a la hora de la realidad no hacen nada, que no ejecutan...
Cada plan, cada proyecto es un globo... y sumando y sumando llegan a los mil, y salen volando... para no volver.
Uno, dos, tres... globos inspiran, motivan, ilusionan... pero tantos, tantos juntos aumentan peligrosamente su poder... y si nos llevan, si, pero... ¿a dónde?
Y es por eso que quería hablar de Aledir. Del Ícaro moderno, uno de esos "santos" modernos que por medio de sus errores nos enseñan tanto a los demás...
Es en su honor que esta tarde suelto un montón de globos y me quedo con los mínimos, con los que me mantienen conectada a lo real.
Aunque Aledir era sacerdote. Quizás salió volando a buscar a su Dios particular. ¿Lo habrá encontrado?
Una persona completamente normal (¿completamente?)... con una sutil diferencia con el resto: lo que nosotros hemos imaginado alguna vez, él lo ejecutó... y así un día, para reivindicar el sentido de una manifestación, decidió atarse a mil globos y volar...
Conozco a mucha gente que ha fantaseado con la cosa esa de atarse a un montón de esos globos que de niños (y quizás ahora...) tanto nos llamaban la atención y salir volando. Yo incluida. Eso sí, no conozco a nadie que lo haya hecho... hasta que leí la noticia de Adelir.
La primera parte de su historia es divertida. Un valiente atado a mil globos de colores que se atreve a colorear el cielo azul.
La segunda parte es inquietante, ya que el atrevido piloto desaparece.
La última parte es triste, y es que su cadaver aparece meses después en alta mar...
¿Qué ha conseguido, con su aventura, Adelir?
A mi, la verdad, me da que pensar... pero me da que pensar porque me recuerda a toda esa gente que conozco que vive en el plano de lo ideal, escapándose de lo real... Me refiero a esas personas que piensan todo el día lo que van a hacer, planeando, pensando, trazando, esbozando... pero que a la hora de la realidad no hacen nada, que no ejecutan...
Cada plan, cada proyecto es un globo... y sumando y sumando llegan a los mil, y salen volando... para no volver.
Uno, dos, tres... globos inspiran, motivan, ilusionan... pero tantos, tantos juntos aumentan peligrosamente su poder... y si nos llevan, si, pero... ¿a dónde?
Y es por eso que quería hablar de Aledir. Del Ícaro moderno, uno de esos "santos" modernos que por medio de sus errores nos enseñan tanto a los demás...
Es en su honor que esta tarde suelto un montón de globos y me quedo con los mínimos, con los que me mantienen conectada a lo real.
Aunque Aledir era sacerdote. Quizás salió volando a buscar a su Dios particular. ¿Lo habrá encontrado?
6 comentarios:
el cielo no es azul
supongo que lo encontro antes de volar
supongo que lo encontro antes de volar
Intuyo que este nuevo Ícaro sabía del aciago detino del primero... Creo que todos los que se atan globor, ó se ponen alas para subir demasiado alto saben a ciencia cierta que su escape va má allá de sus problemas en la tierra... Querían escaparse de este mundo, y lo consiguieron.
JUAN VICENTE MUÑOZ-LACUNA. Toledo
Antonio Arias, el cantante y bajista del grupo musical Lagartija Nick, se lo pensará dos veces, cuando vuelva a actuar, a la hora de lanzarse al público, después de que en la madrugada de ayer sufriera un grave traumatismo torácico al caer desde el escenario en el I Festival Cabañeros Suena, celebrado en Alcoba de los Montes (Ciudad Real).
El cantante de este grupo granadino, de 42 años, decidió lanzarse sobre el público en el clímax de su canción "La curva de las cosas". El vocalista de este grupo de rock alternativo cantaba una de las estrofas de esta canción ("Mi mente cae / empiezo a descender / la curva cae / sin ti mi mente cae") cuando se precipitó sobre el público. O Antonio Arias calculó mal el salto o el público asistente al concierto no estaba del todo conectado con el espectáculo, porque el cantante se estrelló contra una valla de protección.
"Por qué todo se aleja / hoy de mí del mismo modo / en la dirección de la explosión / de la música en la mente", dice también la canción, y algo así pudo pensar el cantante cuando era trasladado en ambulancia al Hospital General de Ciudad Real mientras el concierto era suspendido, aunque luego se reanudó con la actuación de otro grupo.
Fue el único incidente negativo del I Festival Cabañeros Suena, organizado por la Mancomunidad de Cabañeros entre alcornocales y encinares, que, por lo demás, resultó un éxito de participación, con unos 2.000 asistentes a los conciertos programados el sábado y el domingo. Este festival, en el que se recordó la lucha de esta comarca en la década de los 80 contra los planes del Ministerio de Defensa de ubicar en ese espacio natural un campo de tiro para el Ejército del Aire, también contó con actividades paralelas como rutas de senderismo, visitas guiadas al parque nacional o talleres de artesanía
Vengo a elogiar tu análisis de la noticia, y de qué pasaría por la mente de este hombre para decidirse a hacerlo. Como dices, todos, más o menos ilusos, lo hemos imaginado alguna vez.
Puede ser. Quizás mientras crecemos vamos soltando globos de inocencia, y Aledir hizo lo contrario.
Antes de poner tu entrada por las nubes ( y nunca mejor dicho) me paré, pensé, y me dije a mí mismo: "quizás te parece tan buena porque piensas lo mismo".
Curiosa, la influencia de las afinidades en la sensatez.
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