Madrid te quita, pero también te da... A mi al menos me quita un poco de energía, y me regala algo que por otro lado me la recarga, como la posibilidad de jugar con el azar y las casualidades... con los encuentros fortuitos, o la posibilidad del reencuentro... Por eso anoche, de la forma mas inesperada, se hizo posible el encuentro con el eterno O. ese amigo de las noches redondas, como su nombre...
O. es como si viviera en otro mundo... es de esas personas que viaja, si, que se mueve, pero no en trenes, si no en aviones... Es como si él viviera todavía más rápido que yo...
Pero ayer el encuentro fue en Atocha.. No había estado allí y sabía que le iba a encantar. Además, para mi era la mejor opción ya que tenía un billete para el último tren. Después de la cerveza oportuna me dice, "Hombre, te voy a acompañar como en los viejos tiempos, hasta la puerta de tu vagón"... Los viejos tiempos son nuestras noches salmantinas... viajes nocturnos por callejuelas de infinita historia, desayuno y despedida a las ocho en el andén... Ante su comentario, me entristecí... "Me encantaría, O., pero ya no podemos"... "¿Cómo que no podemos? ".... Y así fue... La seguridad, la rapidez, la inmediatez, la urgencia, nos ha privado de la paciencia de la despedida en los andenes... Y los andenes, entonces, quedan vacíos.
Ya sentada en mi vagón, donde nadie me ha acompañado, leo en una revista cómo el ave acerca a las personas, como une destinos imposibles en tiempos improbables, cómo ahora ya no importa eso, la distancia, si no el tiempo que tardas en recorrer esa distancia, aunque eso te impida disfrutar del paisaje...
Y me quedo con ese titular..."El ave une a las personas"... cuando yo cada día estoy mas convencida que esto de los andenes vacíos nos separa de quienes queremos...
O. es como si viviera en otro mundo... es de esas personas que viaja, si, que se mueve, pero no en trenes, si no en aviones... Es como si él viviera todavía más rápido que yo...
Pero ayer el encuentro fue en Atocha.. No había estado allí y sabía que le iba a encantar. Además, para mi era la mejor opción ya que tenía un billete para el último tren. Después de la cerveza oportuna me dice, "Hombre, te voy a acompañar como en los viejos tiempos, hasta la puerta de tu vagón"... Los viejos tiempos son nuestras noches salmantinas... viajes nocturnos por callejuelas de infinita historia, desayuno y despedida a las ocho en el andén... Ante su comentario, me entristecí... "Me encantaría, O., pero ya no podemos"... "¿Cómo que no podemos? ".... Y así fue... La seguridad, la rapidez, la inmediatez, la urgencia, nos ha privado de la paciencia de la despedida en los andenes... Y los andenes, entonces, quedan vacíos.
Ya sentada en mi vagón, donde nadie me ha acompañado, leo en una revista cómo el ave acerca a las personas, como une destinos imposibles en tiempos improbables, cómo ahora ya no importa eso, la distancia, si no el tiempo que tardas en recorrer esa distancia, aunque eso te impida disfrutar del paisaje...
Y me quedo con ese titular..."El ave une a las personas"... cuando yo cada día estoy mas convencida que esto de los andenes vacíos nos separa de quienes queremos...
2 comentarios:
acercar acerca, pero para ello necesitas que en tu destino te espere quien a quien quieres acercarte.
Me ha conmovido... Tengo un Master en eso de llegar a andenes desiertos y frios aeropuertos, horas de metro con música de fondo y caras desconocidas. Nunca me han gustado las despedidas, ni los alejamientos progresivos, ni las "muertes" lentas...En cierta forma agradezco no llevarme cómo recuerdo el ver cómo me alejo progresivamente de quien no quiero alejarme.
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