Cómo sabéis, hace poco estuve unos días (bueno, en realidad ya hace un mes, aunque parece que fue aye...) en Lisboa, ciudad que me sorprendió gratamente, y en la que me sentí como en casa... y donde lo sentí todo profundamente cercano y familiar.
Lisboa tiene muchas ciudades en sí misma. Sin ser mediterránea lo parece... aunque esté llena del azul del Atlántico. Es muchas ciudades en una... Cafés parisinos, pendientes griegas, la luz de Roma, rincones británicos... tiene algo de la Asia más cercana, pero también del Brasil lejano. Y te metes en un bar a descansar de subir y bajar colinas, y unos hombres se ponen a cantar Fados. Te sonríen cuando les llevan tu plato... y te lo devuelven con una sonrisa y un Fado extra.
Porque Fado es destino y porque Lisboa tenía que formar parte del tuyo... aunque no lo supieras...
Lisboa tiene para tí la piel morena de ese chico que tímido, después de dos años de inexplicable espera acude al aeropuerto a buscarte con los ojos tan abiertos como los brazos. "Tengo en mi todos los sueños del mundo"... es lo que le mantiene día a día, y lo que le permite superar todos los retos que la vida le presenta... Y aunque esa cita no es suya, que es de Pessoa, la dice con tanta pasión que te deja temblando... porque algo hay que sabes que tiene razón... incluso intuyes que esa fuerza, o esa fuerte creencia, le llevará muy lejos...
Lisboa tiene para ti el gusto de los pasteles de bacalao, de los cafés y esos dulces exquisitos... De un paseo por los continuos miradores al más allá que es el Oceáno y al más acá que es tu corazón... Los puentes infinitos que unen orillas que parecían lejanas, y que unen vidas que parecen paralelas...
Lisboa tiene un tranvía, y dos, y tres, que conducen chicas muy guapas y que suben empinadas cuestas haciendo fácil lo difícil. Tiene también una Rosa de Los Vientos gigante para no perderte llena de flechas sutiles que señalan lo importante...
Lisboa tiene esa cosa de improvisar que hacer y acertar siempre... vayas donde vayas... porque puedes perderte en una playa estupenda... quizás en una torre subterránea en forma de una espiral de nueve vueltas en Sintra o, un poco más arriba, en la librería más bonita del mundo... Un lugar que te parece más sagrado que muchas de las catedrales que has visitado hasta el momento y en el que aunque no te lo explicas, algo te hace clíck cuando te permite ver de lejos a quien ahora solo puedes ver de cerca...
Lisboa tiene un día en el que la gente te regala claveles rojos por la calle; en el que los rincones te inspiran a escribir y a crear aunque no seas artistas.. Tiene un color que hace que el azul sería diferente y que la luz brille más.
Ahora solo piensas en volver... aunque quizás ya te quedaste (un poco...) allí..