Nací en un verano olímpico.
Nací en un año Olímpico y desde pequeña el 4 fue un número mágico para mi... Quizás por eso, quizás por haber nacido en una familia donde el deporte era algo que iba mucho más allá que la actividad física per se, quizás por celebrar mis cumpleaños entre deportistas... la cita olímpica era, para mi, todo un acontecimiento...
Recuerdo que empecé a beber cola cao relativamente tarde solo para conseguir aquellas camisetas grises de Seul 88... Si es que hasta recuerdo la final olímpica de 1500 de Los Ángeles 84... Recuerdos... Recuerdos Olímpicos...
Nací en un año Olímpico y creo, que quizás por eso, desde pequeña tuve sueños olímpicos. Tuve la suerte de crecer con un objeto extraño en el cuarto de estudio que me horrorizaba y fascinaba por igual. Era feo, pero era único: La Antorcha Olímpica de México 68 que mi padre tuvo el honor de portar a su paso por España. Y ahí estaba, ella... hipnotizadora... tímida pero robusta al mismo tiempo... Mirándome, mirándonos.... ¿Y que sentías? - preguntaba entusiasmada - "Uff... es díficil de explicar. Pero sé que algún día lo entenderás....". Y si, años más tarde lo entendería. Aunque ese es otro párrafo...
Conforme fui creciendo la Antorcha, la Antorcha Olímpica, que seguía fascinándome, me señalaba desde su repisa provocándome... y en esas tardes sola en casa, a veces antes de ir a entrenar, la cogía (y uff... como pesaba, la condenada.....) y corría por el pasillo de la casa con ella alzada, como una auténtica portadora de antorchas olímpicas llevando por un pasillo eterno una antorcha apagada y que no sabía, muy bien, que significaba... Es la primera vez que cuento esta simple historia infantil... pero que de un modo muy profundo, forma parte de mí...
Pero seguí creciendo y la Antorcha me seguía mirando...Seguía provocándome... pero había algo en ella que me entristecía... quizás fuera a partir del momento que entendí que era un fuego apagado, un fuego pasado, y por aquellas yo era una adolescente con mucho fuego en mi interior y mucho camino por delante...
Y así llegó 1992. Otro verano olímpico... y esta vez en casa... En una de las tardes de mayo, o quizás antes, alguien llamó a casa y preguntó por mi padre. Contestó, escuchó, me miró y me guiñó un ojo. ... "Ven"... y fuimos al otro cuarto... el de estudio, el de la antorcha... "Vamos a tener que hacer sitio.... Viene otra antorcha a casa..." - "¿Quéeeee?? ¿Vas a llevarla otra vez??".... - "No. Esta vez te toca a tí.. Ahora sabrás lo que se siente"...
Y en Junio de 1992 Tot llevó la Antorcha Olímpica a su paso por esta ciudad.... A pesar de mi edad (debí ser de las más jóvenes....) o precisamente por eso, sentí, valoré, aprecié, disfruté... todos y cada uno de los metros en los que yo, anónima, portaba un fuego... olímpico.
Solo había un temor. Solo un temor posible: Que se apagara. No podía ni llegar a imaginar las catástrofes que un error así podría tener en mi vida... Pero no, no se apagó. Brilló todo el tiempo y yo brillo un poquito cada vez que lo recuerdo...
Ahora, año olímpico, la cosa consiste en ir por capitales europeas apagando una llama que poco (o nada) tiene que ver con Tibet. China si tiene que ver con Tibet, pero no la llama olímpica, y menos, el deporte... El otro día, viendo la cara del tenista francés al que apagaron la antorcha, siento tristeza... pena, quizás... ya que aunque sepas que desde Olimpia prenden múltiples fuegos que acompañan, protegidos, el recorrido de la antorcha (y si se apaga, nunca puede ser prendida de nuevo por un mechero, o una cerilla.. si no que ha de serlo por uno de esos fuegos...) es mal presagio que se apague un fuego creado para unir... es mal presagio que se apague... pero peor, peor síntoma es que lo apaguen.... como si los símbolos pudieran apagarse para siempre....
La Antorcha es símbolo terrestre del sol. ... de la iluminación.... un fuego que cura las heridas... Unas heridas que hoy no cura.... si no que hoy, parecen querer abrir....
¿Las consecuencias?.... Dentro de un tiempo....
Nací en un año Olímpico y desde pequeña el 4 fue un número mágico para mi... Quizás por eso, quizás por haber nacido en una familia donde el deporte era algo que iba mucho más allá que la actividad física per se, quizás por celebrar mis cumpleaños entre deportistas... la cita olímpica era, para mi, todo un acontecimiento...
Recuerdo que empecé a beber cola cao relativamente tarde solo para conseguir aquellas camisetas grises de Seul 88... Si es que hasta recuerdo la final olímpica de 1500 de Los Ángeles 84... Recuerdos... Recuerdos Olímpicos...
Nací en un año Olímpico y creo, que quizás por eso, desde pequeña tuve sueños olímpicos. Tuve la suerte de crecer con un objeto extraño en el cuarto de estudio que me horrorizaba y fascinaba por igual. Era feo, pero era único: La Antorcha Olímpica de México 68 que mi padre tuvo el honor de portar a su paso por España. Y ahí estaba, ella... hipnotizadora... tímida pero robusta al mismo tiempo... Mirándome, mirándonos.... ¿Y que sentías? - preguntaba entusiasmada - "Uff... es díficil de explicar. Pero sé que algún día lo entenderás....". Y si, años más tarde lo entendería. Aunque ese es otro párrafo...
Conforme fui creciendo la Antorcha, la Antorcha Olímpica, que seguía fascinándome, me señalaba desde su repisa provocándome... y en esas tardes sola en casa, a veces antes de ir a entrenar, la cogía (y uff... como pesaba, la condenada.....) y corría por el pasillo de la casa con ella alzada, como una auténtica portadora de antorchas olímpicas llevando por un pasillo eterno una antorcha apagada y que no sabía, muy bien, que significaba... Es la primera vez que cuento esta simple historia infantil... pero que de un modo muy profundo, forma parte de mí...
Pero seguí creciendo y la Antorcha me seguía mirando...Seguía provocándome... pero había algo en ella que me entristecía... quizás fuera a partir del momento que entendí que era un fuego apagado, un fuego pasado, y por aquellas yo era una adolescente con mucho fuego en mi interior y mucho camino por delante...
Y así llegó 1992. Otro verano olímpico... y esta vez en casa... En una de las tardes de mayo, o quizás antes, alguien llamó a casa y preguntó por mi padre. Contestó, escuchó, me miró y me guiñó un ojo. ... "Ven"... y fuimos al otro cuarto... el de estudio, el de la antorcha... "Vamos a tener que hacer sitio.... Viene otra antorcha a casa..." - "¿Quéeeee?? ¿Vas a llevarla otra vez??".... - "No. Esta vez te toca a tí.. Ahora sabrás lo que se siente"...
Y en Junio de 1992 Tot llevó la Antorcha Olímpica a su paso por esta ciudad.... A pesar de mi edad (debí ser de las más jóvenes....) o precisamente por eso, sentí, valoré, aprecié, disfruté... todos y cada uno de los metros en los que yo, anónima, portaba un fuego... olímpico.
Solo había un temor. Solo un temor posible: Que se apagara. No podía ni llegar a imaginar las catástrofes que un error así podría tener en mi vida... Pero no, no se apagó. Brilló todo el tiempo y yo brillo un poquito cada vez que lo recuerdo...
Ahora, año olímpico, la cosa consiste en ir por capitales europeas apagando una llama que poco (o nada) tiene que ver con Tibet. China si tiene que ver con Tibet, pero no la llama olímpica, y menos, el deporte... El otro día, viendo la cara del tenista francés al que apagaron la antorcha, siento tristeza... pena, quizás... ya que aunque sepas que desde Olimpia prenden múltiples fuegos que acompañan, protegidos, el recorrido de la antorcha (y si se apaga, nunca puede ser prendida de nuevo por un mechero, o una cerilla.. si no que ha de serlo por uno de esos fuegos...) es mal presagio que se apague un fuego creado para unir... es mal presagio que se apague... pero peor, peor síntoma es que lo apaguen.... como si los símbolos pudieran apagarse para siempre....
La Antorcha es símbolo terrestre del sol. ... de la iluminación.... un fuego que cura las heridas... Unas heridas que hoy no cura.... si no que hoy, parecen querer abrir....
¿Las consecuencias?.... Dentro de un tiempo....
2 comentarios:
Calma karma
Yo también naci en año olímpico (68) será que influye...?
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