Tener tiempo libre, tiempo libre para uno, permite cosas tan milagrosas como asomarte por una de las ventanas de tu casa y ver, así, el alcance de tu realidad más inmediata un viernes por la tarde.
Y eso me resulta, sencillamente, maravilloso...
Comienza el ritual y al tiempo que apagas las luces del cuarto de estar (ver desde la oscuridad, mágicamente te permite valorar más la luz del exterior, la luz inmediata...) pones algo de música.
Como por arte de magia, la música dota de fuerza a las imágenes predispuestas a viajar por tu interior desde la retina... Suena Radiohead, y aunque alguna escritora francesa considere despierta instintos asesinos a ti te parece la música perfecta para un noche como ésta que disfrutas... El teléfono apagado, o al menos, en silencio. Las cortinas levantadas, que como al levantarse la falda que oculta, deja libres tus más rotundas intimidades... ¿Qué es si no, nuestro hogar, mas que nuestra más rotunda intimidad?..
Y espléndida, delante de tí, la calle. Tu calle.
Lo primero que te llama la atención es esa chica que espera el autobús en la parada de enfrente. Podrías ser tu perfectamente, aunque tu nunca eligirías una falda corta para viajar. Quizás sea una estudiante que vuelve a casa, o quizás una joven trabajadora que se va de fin de semana, aunque todo apunte a lo primero. Detrás, justo detrás de ella, aunque ella no lo sepa y a ti te lo permita el privilegio de la altura.. hay gente que juega al tenis. Hay tres pistas y en las de los lados juegan a dobles... lo que te recuerda que a veces hay gente que realiza deporte por placer, no por "trabajo" como sueles ver... El carril de la derecha, que lleva al centro de la ciudad, está repleto de coches que salen de trabajar y gastarán este tiempo de ocio en cines, restaurantes italianos, tapas o deuvedés en compañía... El carril de la izquierda, que te saca de la ciudad, está vacío.. porque parece que nadie, excepto la chica que espera el autobús quiera irse. Incluida tu, que no te moverías de este sillón voyeur...
Más allá de las pistas de tenis, de la piscina aun sin llenar se levanta, imponente, uno de los hospitales más importantes de la ciudad. Te invade la tranquilidad al recordar que no lo has pisado jamás como paciente. Esa certeza de tu fuerza te gusta. Ves las habitaciones con las luces encendidas... y los que las tienen apagadas piensas que quizás estén haciendo el mismo ejercicio que tú. Quizás alguien enchufado a un gotero mire tu ventana a oscuras que presumida tiene la falda levantada y se piense que has salido de fiesta y lo escriba en un blog que nunca leerás..
La idea no te sorprende en absoluto, ya que ultimamente pocas cosas te sorprenden.. así que de nuevo vuelves la vista a la derecha y cambias radicalmente de registro... El bar de la esquina está lleno, como siempre. Los bocadillos son exquisitos... Pero pasas rápido porque te recuerda las cenas acompasadas con cervezas que viviste allí acompañada de alguien que falleció... Te duele, aunque tengas claro que es lo único que todos tus invitados a la fiesta voyeur que te acabas de montar tienen en común... Al lado la gente compra fruta, y sospechas que al de siempre le debe estar pasando algo... esa tienda que estaba siempre abierta ya no lleva el mismo horario...
Lo que haces se parece a leer. Unas veces lees palabras y hoy has decidido leer imágenes... Las memorias se te remueven y notas el pulso diferente... Todos tan anónimos, todos tan iguales, con preocupaciones tan similiares, con inquietudes mas o menos parecidas... Todos efímeros, todos pasajeros de un paisaje que se mueve porque te recuerdo que desde ayer tienes la duda... ¿se mueven las nubes, o se mueven los edificios? ¿Quien o qué se mueve, realmente?
(cuadro: Habitación en Brooklyn, de Edward Hopper. Me asusta la puntualidad con la que siempre encuentro un cuadro de este autor que represente, tan perfectamente lo que quiero transmitir, ya que siempre es lo mismo: primero escribo, luego busco la imagen...)
Y eso me resulta, sencillamente, maravilloso...
Comienza el ritual y al tiempo que apagas las luces del cuarto de estar (ver desde la oscuridad, mágicamente te permite valorar más la luz del exterior, la luz inmediata...) pones algo de música.
Como por arte de magia, la música dota de fuerza a las imágenes predispuestas a viajar por tu interior desde la retina... Suena Radiohead, y aunque alguna escritora francesa considere despierta instintos asesinos a ti te parece la música perfecta para un noche como ésta que disfrutas... El teléfono apagado, o al menos, en silencio. Las cortinas levantadas, que como al levantarse la falda que oculta, deja libres tus más rotundas intimidades... ¿Qué es si no, nuestro hogar, mas que nuestra más rotunda intimidad?..
Y espléndida, delante de tí, la calle. Tu calle.
Lo primero que te llama la atención es esa chica que espera el autobús en la parada de enfrente. Podrías ser tu perfectamente, aunque tu nunca eligirías una falda corta para viajar. Quizás sea una estudiante que vuelve a casa, o quizás una joven trabajadora que se va de fin de semana, aunque todo apunte a lo primero. Detrás, justo detrás de ella, aunque ella no lo sepa y a ti te lo permita el privilegio de la altura.. hay gente que juega al tenis. Hay tres pistas y en las de los lados juegan a dobles... lo que te recuerda que a veces hay gente que realiza deporte por placer, no por "trabajo" como sueles ver... El carril de la derecha, que lleva al centro de la ciudad, está repleto de coches que salen de trabajar y gastarán este tiempo de ocio en cines, restaurantes italianos, tapas o deuvedés en compañía... El carril de la izquierda, que te saca de la ciudad, está vacío.. porque parece que nadie, excepto la chica que espera el autobús quiera irse. Incluida tu, que no te moverías de este sillón voyeur...
Más allá de las pistas de tenis, de la piscina aun sin llenar se levanta, imponente, uno de los hospitales más importantes de la ciudad. Te invade la tranquilidad al recordar que no lo has pisado jamás como paciente. Esa certeza de tu fuerza te gusta. Ves las habitaciones con las luces encendidas... y los que las tienen apagadas piensas que quizás estén haciendo el mismo ejercicio que tú. Quizás alguien enchufado a un gotero mire tu ventana a oscuras que presumida tiene la falda levantada y se piense que has salido de fiesta y lo escriba en un blog que nunca leerás..
La idea no te sorprende en absoluto, ya que ultimamente pocas cosas te sorprenden.. así que de nuevo vuelves la vista a la derecha y cambias radicalmente de registro... El bar de la esquina está lleno, como siempre. Los bocadillos son exquisitos... Pero pasas rápido porque te recuerda las cenas acompasadas con cervezas que viviste allí acompañada de alguien que falleció... Te duele, aunque tengas claro que es lo único que todos tus invitados a la fiesta voyeur que te acabas de montar tienen en común... Al lado la gente compra fruta, y sospechas que al de siempre le debe estar pasando algo... esa tienda que estaba siempre abierta ya no lleva el mismo horario...
Lo que haces se parece a leer. Unas veces lees palabras y hoy has decidido leer imágenes... Las memorias se te remueven y notas el pulso diferente... Todos tan anónimos, todos tan iguales, con preocupaciones tan similiares, con inquietudes mas o menos parecidas... Todos efímeros, todos pasajeros de un paisaje que se mueve porque te recuerdo que desde ayer tienes la duda... ¿se mueven las nubes, o se mueven los edificios? ¿Quien o qué se mueve, realmente?
(cuadro: Habitación en Brooklyn, de Edward Hopper. Me asusta la puntualidad con la que siempre encuentro un cuadro de este autor que represente, tan perfectamente lo que quiero transmitir, ya que siempre es lo mismo: primero escribo, luego busco la imagen...)