Hay historias que solo pueden terminar de una única manera...
Y en un único lugar...
Son historias tremendas. Historias redondas. Historias que son una vida dentro de una vida. Historias en las que se habla un idioma diferente. Historias en las que se ama diferente. Historias en las que el tiempo transcurre a un ritmo diferente. Historias donde no hace frío... porque son historias que habitan en una eterna primavera. Historias en las que cómo no podía ser de otra manera, uno nace. Crece. Aprende. Y que cuando ya ha aprendido lo que tenía que aprender (tanto de sí mismo como del otro...) muere. Y muere porque la historia muere.
Por eso son historias redondas. Porque son perfectas desde su imperfección. Porque no se prolongan más de lo necesario. Porque saben cuando es el momento para empezarlas y deciden cual es el momento para morir.
Conozco una historia de éstas... Sé de una historia que empezó en un aeropuerto y terminó en otro, aunque a miles de kilómetros. Es una historia que conjuga grandes y emocionantes ingredientes. Hay aventura. Parajes incomparables. Coches y cámaras fotográficas. Cuadernos. Un par de ordenadores. Embalses y Montañas. Océanos y Cordilleras. Aviones. Bailes y ladrones...
Se trata de una historia que terminó en el mismo espacio (que no lugar) que comenzó. Y aunque se trata de un final muy poco original a pesar de los mágicos ingredientes que la componen, siento cierto agradecimiento hacia todo lo que dicha historia me ha enseñado..
Entre otras cosas es quien me ha enseñado la diferencia entre el ser y el estar de la que hablábamos hace unos días... Me he acordado de las personas que no estando (porque murieron) son más que nunca en nuestros corazones... y opto por el ser y no estar que por el estar y no ser. Los que no están y no son (aunque estuvieron y fueron) son los protagonistas de la parte mas triste de este silogismo.
Y de algún modo que no comprendo, porque de historias va la historia y porque los cuentos se parecen a la misma, me acuerdo de la Bella y de la Bestia... Y me pregunto si no habrá por algún lugar un cuento a la inversa... Un cuento donde la bestia lo es por dentro que no por fuera... Y me pregunto, muy seria, qué hubiera conseguido hacer el amor en ese caso... ¿convertir a la bella en bestia o liberaría, por fin, a la bestia, de sus cadenas? La inseguridad del que aparenta extrema seguridad, el miedo atroz del que se hace el valiente... no son acaso, cadenas??
Y las cadenas pesan... y el que pesa se hunde.
Aunque sea en un aeropuerto de una ciudad sin mar.